Cantó el rey Salomón a la más mujer de sus mujeres. Cantó a su cuerpo y a
la puerta de su cuerpo y al verdor del lecho compartido.
El «Cantar de los cantares» no se parece ni un poquito a los demás libros de
la Biblia de Jerusalén. ¿Por qué está ahí?
Según los rabinos, es una alegoría del amor de Dios por Israel. Según los
curas, un jubiloso homenaje a la boda de Cristo con la Iglesia. Pero ningún
verso menciona a Dios, y mucho menos a Cristo ni a la Iglesia, que nacieron
mucho después de que el «Cantar» fuera cantado.
Más bien parece que este encuentro entre un rey judío y una mujer negra
fue una celebración de la pasión humana y de la diversidad de nuestros colores.
Mejores que el vino son los besos de tu boca, cantaba esa mujer.
Y según la versión que llegó a nuestros días, ella cantaba también:
Negra soy, pero bella,
y se disculpaba atribuyendo su color a su trabajo, a pleno sol, en los
viñedos.
Sin embargo, según otras versiones, el pero fue agregado. Ella cantaba:
Negra soy, y bella.
(Eduardo Galeano extracto de su libro: "Espejos... una mirada casi universal")